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¿Comunicadores en Salud Mental?

La insistencia de una pregunta que encontró sus respuestas en la (pre)potencia de trabajo. La experiencia de comunicadores en el HESM.

Hace 11 años se iniciaba, en el entonces Hospital Dr. Antonio Roballos de Paraná, una experiencia de comunicación en salud mental que marcaría un camino cada vez más recorrido por muchos otrxs compañerxs. Se trata de la experiencia de trabajo sostenida por el Área de Comunicación en el actual Hospital Escuela de Salud Mental, nosocomio de referencia en el campo para toda la provincia de Entre Ríos.

En perspectiva uno podría forzar alguna coincidencia con un tiempo en el que los manicomios, loqueros o instituciones de salud mental entraban en fuertes contradicciones en relación a sus prácticas, sus cuestionamientos, discursos y la oposición de lógicas de trabajo que dejaban expuestas la falsa dicotomía manicomial-anti manicomial.

En ese terreno, contexto o escenario, lo que sigue es historia, son los cimientos de una experiencia que está siendo, aconteciendo todo el tiempo.


Las primeras respuestas

Los incipientes esbozos del proyecto hablaban de tres grandes líneas de trabajo: Comunicación interna, externa y la comunicación como potente en el campo clínico y político.  De las tres, las dos primeras casi salían transcriptas de los manuales vistos en la facultad. Algo del trabajo hacia adentro respondería a las necesidades internas de la institución. Aquello vinculado con lo externo focalizaría acciones vinculadas a los medios, algo más sencillo de explicar si se tiene en cuenta la otra difícil y dramática pregunta que presiona recurrentemente al comunicador: A qué nos dedicamos -otra respuesta nada sencilla de ensayar.

Los manuales no nos habían fallado pero habían escamoteado algunos muchos detalles.  La preescritura de un proyecto en relación a una institución aún no caminada, no aprehendida ni transitada en todas sus posibles geografías había pecado de soberbia y simplificación. Doce meses como mínimo y mucho andar supieron resignificar los ejes de trabajo y priorizar acciones. Primero adentro, luego por fuera. Primero las partes de esa institución total (Goffman, 1961) explotada (Lewkowicz, 2004) debían ser juntadas, rearmadas, hilvanadas, lubricadas. Los de adentro con los de afuera, los de atrás con los de adelante, los profesionales con los administrativos y los de mantenimiento… cada parte debía ser cuidadosamente recogida, amorosamente recolectada para volver a formar parte del todo, evitando las escisiones innecesarias.

Allí, un boletín institucional -SIN Chaleco- que cosecha 140 ediciones y que sin pensarlo se transformó –además- en un modo de historizar una institución pública perdida entre torres de papeles que vuelan entre gestión y gestión. Cada sección, cuidadosamente pensada y trabajada, va dando relevancia a cada una de esas partes desperdigadas y maltratadas por la institución.  Allí también, carteleras que empiecen a nombrar, mostrar y reconocer algo del trabajo de los otros.  Aquí también las fiestas como excusas para otros encuentros, las invitaciones a la escritura y al contar las prácticas, los buzones de sugerencias, las charlas y vueltas eternas por cada pequeño resquicio del hospital que inaugure ideas posibilitadoras de otras lógicas.

Luego vino el intento minúsculo –pequeñogranodearena-  que comenzó a trabajar con las representaciones o imaginarios en ese afuera institucional. Cómo hacer para que el loco peligroso o romántico loco-lindo se acerque a la territorialidad de cada uno, de cada familia, de cada barrio de esta sociedad que habitamos. Cómo acortar la distancia que pinta al alienado o enajenado para transformarlo en ese otro que puede ser yo (Skliar, 2005), cómo derribar las barreras semióticas del paciente o usuario de los servicios de salud mental (1) para finalmente, encontrarnos con el semejante que sufre, que quiere, que necesita y ama. Cómo sortear las trampas discursivas de lo políticamente correcto para simplemente incluir, sin excluir (Skliar, 2005) y entender que la salud mental supone y necesita llegar a fin de mes y no ser perseguido por pobre. O implica, además,  que las autoridades no te persigan por militante, por tu orientación sexual o por intentar decidir qué hacer con tu cuerpo. Cómo explicar que salud mental significa tener posibilidades que te ofrezcan una vivienda digna lejos de la calle, una oreja oportuna en el momento del llanto, un mate que convide palabras, una máscara que caiga para dejar ver lo que somos en realidad sin temor al juzgamiento. (2)

Aquí apareció la revista Atre(verse) con una circulación que permitía romper aquellos muros imaginarios aún sostenidos, incluso, por los propios trabajadores.  Aquí también las notas pensadas para los medios masivos, publicadas en secciones que generaban un corrimiento de las Policiales a Cultura o Interés General pudiendo mostrar eso de lo bueno que también acontecía en el loquero. Aquí las exposiciones, muestras y jornadas que abrían a otrxs el hospital o que habilitaban diferentes espacios de circulación. Aquí las redes sociales, los mailings institucionales y las nuevas tecnologías a disposición del “salir”.

La última de aquella primera tríada de trabajo llegaría de la mano de un dispositivo de radio, abierto y andariego que circularía por muchos espacios y radios por fuera del manicomio. Allí, lxs de un lado y otro, lxs graduados y estudiantes, lxs que tomaban pastillas y lxs que no, apostarían a la comunicación como espacio para generar y producir agenciamientos (SAIDÓN, 2002), aprendizajes creativos que transformen, encuentren y produzcan salud. El juego, la diversión, el contar y que te escuchen,  el que te discutan en un plano de paridad, el que te devuelvan otras miradas aportando a la propia, un abrazo y la risa… cuántas risas,  serían condimentos que ayudarían a comenzar a pensarnos en términos de promotores de salud y a poner en tensión la definición de salud mental sólo a partir de su opuesto; la locura.

La Bisagra, radio abierta y andariega del Hospital Escuela de Salud Mental, sería una fuerte apuesta clínica y política para pensar el rol del comunicador en un equipo de salud. Aquí entenderíamos claramente que, en salud mental, el trabajo sería con otrxs, junto a otrxs y aquí, el comunicador, sería uno más de ese equipo, sin tanto cuestionamiento a la pertinencia disciplinar –aunque cuenta la historia que algunos sólo lo entenderían en sus comienzos,  desde lugar del técnico que sabe de micrófonos, antenas y elementos del lenguaje radiofónico.


Escenas que ensayan respuestas

Horacio –hincha de River empedernido-, está en el medio de una conversación. Molestando, estorbando, inquietando, incomodando. Lo común en aquellos pacientes que abrían sin golpear la puerta del mítico consultorio 8, al que todos recurríamos para apaciguar el ritmo acelerado de las mañanas. Ese era un lugar nuestro, no de ellos. La ronda de mates, la charla distendida, el abrazo que abraza en un recreo de la mañana no parecía ser concedido a todos. Un verde recién cebado se ofrece para sumar al círculo a Horacio que, sorprendido, dice casi emocionado: “es la primera vez que me convidan un mate”. Horacio sale del medio para estar compartiendo el mismo lado. La anécdota es una de las primeras que se cuentan para intentar justificar la pregunta madre: por qué o para qué el comunicador en salud.

Una nueva foto es tomada en las salas de internación donde un equipo nutrido de profesionales de diversas disciplinas recibe a una familia inquieta por el momento del alta de su pariente. Miedos, temores, muchas más respuestas sin contestar aparecen ansiosamente. Quién comanda la entrevista olvida presentar a las personas que estarán espiando esa intimidad, esa escena en la que muchas de las caras eran desconocidas por los familiares. Algo allí de lo más básico fue capturado por la institucionalización o cronificación de las prácticas y hasta los buenos modales quedaron fuera en esa entrevista en la que a un comunicador le es más difícil entender dónde fue que quedaron las presentaciones que permitan generar algo de empatía.

Quizás la respuesta al para qué del comunicador en salud sea solamente esa. Para lograr saltar la frialdad de la mesa de consultorio que divide a unxs y otrxs de cada lado para ponerlos en una misma ronda, para poner en primer plano algo de eso primario que nos humaniza: el mirarnos, encontrarnos, escucharnos, en suma: comunicarnos.


Nuevas y frescas respuestas

“Un comunicador como manto de coherencia que pueda sobrevolar las diferencias, los fragmentos. Una especie de hilván que anude o aceite que lubrique. Un buscador de piezas faltantes del rompecabezas.” Algunas ideas que a diez años se dibujan en la insistencia de responder una pregunta con líneas que se siguen escribiendo y verbos que se siguen inventando y enumerando: “Creador, observador, mejorador, inventor, arreglador, emparchador de mecanismos, dispositivos y situaciones. Generador de espacios y climas de encuentros y articulación”. (3)

A más de una década de trabajo ininterrumpido, no solamente en el mismo Hospital Escuela, sino contagiando y acompañando otras experiencias provinciales e intercambiando con otras nacionales, la necesidad de encontrar una respuesta se desploma ante una certeza: Aquello que a priori aparecía como clara desventaja comparativa en relación a las disciplinas legitimadas del campo (psicología, psiquiatría, trabajo social, etc.) hoy puede leerse como una clara ventaja. Los modos de mirar, nombrar y hacer del comunicador no quedan encorsetados entre la distancia clínica necesaria en otras disciplinas y el diagnóstico que determina prescripciones o tratamientos posibles.

La perspectiva que guía al comunicador es ese impulso primitivo de comunicarnos y allí, un sinfín de páginas en blanco a escribir, de ficciones a inventar, de fotografías que puedan narrar, de mensajes que puedan circular, de palabras que se pongan a lenguajear (MATURANA, 1997). Y la atención puesta finamente en los modos, las formas de decir una misma idea pero de distinta manera.  Y la estética y la belleza del mensaje cubriendo y cuidando ese modo, que ante todo, será amoroso.

A aquellos tres ejes iniciales de trabajo se fueron sumando muchos otros.

  • El comunicador en la gestión y el primer Licenciado de todo el país, y posiblemente, del cono sur, a cargo de una Secretaría Técnica en un Hospital de Salud Mental (una especie de subdirección en la orgánica hospitalaria que ubica la capacidad de gestionar y coordinar como otros posibles roles del comunicador). La experiencia de muchxs graduados incluidos como piezas fundamentales en los equipos técnicos de diferentes ministerios, no solamente al servicio de la prensa y difusión sino como herramientas en la articulación y puesta en marcha de políticas públicas.

  • La comunicación como gestora de mensajes y productos comunicacionales y junto a ello, la alternativa de una salida laboral para usuarios de los servicios de salud mental que bajo el lema “Ponete la Camiseta” venden remeras producidas en conjunto con artistas y humoristas gráficos locales. O la venta de agendas, como resultado del trabajo colectivo con otros  microemprendimientos laborales institucionales.

  • La comunicación como una especialización en salud mental y la celebrada inclusión de cargos para comunicadores en la RISaM (Residencia Interdisciplinaria en Salud Mental), único centro de especialización en salud mental público que cuenta con más de 20 años de trayectoria y que, por primera vez en 2016, incluyó tres cargos para graduados de comunicación además de los ya destinados a terapistas ocupacionales, psicólogos, médicos y trabajadores sociales.


Encontrar puntos ciegos, falencias, debilidades, agujeros o sombras que adolecen en las instituciones son los motores del trabajo. Generar encuentros allí donde las prácticas se enquistan son las propuestas. La no especificidad de la comunicación para este campo de trabajo que elegimos y construimos apareció como pregunta recurrente que apuró respuestas. La potencia de esa inespecificidad, y del mucho camino recorrido, intentaron dar cuenta de la multiplicidad y complejidad de respuestas para una única pregunta.


Sobre la autoría de esta escritura y la gente necesaria para llegar a este texto: Aquí están presentes los pasantes, practicantes, concurrentes, colegas, compañeros de trabajo,  docentes y Maestros que acompañaron este camino. Aquí están las marcas de Pablo Yulita, María Laura Méndez, Carina Muñoz, Alicia Alzugaray, Mariela Elizalde. Aquí están los trayectos y recorridos de Mauro Gieco, Soledad Escoubué, José Martín Turriani, Jonathan Gieco, Priscila Salomé, Luciana Cicutta, Valeria Vidal, María José Canale, Gastón Vuisso, Gonzalo Payé y Ángeles Weisheim.


Bibliografía y textos consultados

Goffman, Erving (1961): “Internados”. Amorrortu Ediciones. Buenos Aires.

Lewkowicz, Ignacio (2004): “Pensar sin Estado. La subjetividad en la era de la

fluidez”. Paidós. Buenos Aires.

Maturana, Humberto (1997): “La objetividad, un argumento para obligar”. Domen

Ediciones. Chile.

Saidón, Osvaldo (2002): “Clínica y Sociedad”. Grupo Editorial Lumen. Buenos Aires.

Skliar, Carlos (2005): “Y si el otro no estuviera aquí”. Ed. Miño y Dávila. Buenos Aires

Ley Nacional de Salud Mental, Nº26657


(1) Término acuñado desde la promulgación de la Ley Nacional de Salud Mental Nº26657 (2010)
(2) Algunas de estas ideas fueron planteadas por compañerxs de Desheredadxs de la Razón organización social que lucha por la defensa de los derechos humanos de las personas internadas en el manicomio de Melchor Romero, el Neuropsiquiátrico Alejandro Korn, denunciando y visibilizando las problemáticas que atraviesan a la atención en Salud Mental. Encontrálos en Facebook.
(3) Respuestas ensayadas por Valeria Vidal y Gastón Vuisso, comunicadores residentes en salud mental, formando parte junto a María José Canale de la primera cohorte de comunicadores integrantes de la RISaM (Residencia Interdisciplinaria en Salud Mental).

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